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¡Los putos con Perón!
"Los putos con Perón", decía el cartel que un puñado de muchachos con pantalones Oxford levantó en Plaza de Mayo el 25 de mayo de 1973. Era la segunda aparición pública del Frente de Liberación Homosexual Argentino (FLHA), un grupo de universitarios, intelectuales y sindicalistas que llegaba a la Revolución Nacional que supuestamente proponía el peronismo a través de su sexualidad, cuyo despliegue se debió en gran parte al liderazgo del escritor Néstor Perlongher.
La presentación en sociedad había sido el 20 de junio de 1972, el día en que el pueblo peronista fue a recibir a su líder a Ezeiza. En esa jornada trágica, el FLHA desplegó una bandera, con una frase emblemática de la Marcha Peronista: "Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad".
Pero la desilusión no tardó en caer sobre los homosexuales.. El coronel Jorge Osinde, responsable de la represión en Ezeiza, acusó a la Juventud Peronista (JP) y a Montoneros de ser "homosexuales y drogadictos". La JP respondió con cantitos reaccionarios: "No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y montoneros".
En julio del '73 aparecieron unos afiches: "Contra el ERP, los homosexuales y los drogadictos". El país se puso peligroso. En la revista de derecha "El Caudillo" de febrero de 1975, una nota bajo el título "Acabar con los homosexuales" decía: "A los que ya son, proponemos que se los interne en campos de reeducación y trabajo, para que de esa manera cumplan con dos objetivos: estar lejos de la ciudad y compensarle a la Nación trabajando por la pérdida de un hombre útil. Hay que acabar con los homosexuales. Tenemos que crear brigadas callejeras que salgan a recorrer los barrios de las ciudades, que den caza a esos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas".
El acercamiento que soñaron los militantes del FLH con las fuerzas políticas populares y las organizaciones revolucionarias jamás se produjo. Finalmente, el Frente se autodisolvió durante la dictadura militar.
Fuente: elortiba.org
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Tom, un perro en Malvinas
Al ver el perro, el soldado Cepeda me preguntó asombrado: "¿Y eso mi Cabo Primero, cómo se llama el perro?"
Entre risas le contesté: "Desde hoy se llama Tom, porque vamos al Teatro de Operaciones Malvinas"
Al poco tiempo se transformó en el ser más mimado y querido entre todos, pero debíamos ocultarlo de los superiores. Por eso, en las inspecciones siempre estaba dentro de algún bolso, campera o saco de donde sólo salía su hocico para respirar.
Luego de unos días de espera en Santa Cruz, partimos en un Hércules hacia las islas Malvinas transportando a nuestro personal, dos cañones Sofma, un Unimog y, desde luego, a Tom, que para esa altura ya era otro soldado movilizado del Grupo de Artillería 101.
En Malvinas Tom se comportó como un bravo artillero. Cuando tirábamos con la máxima cadencia de fuego hacia los británicos, él se paraba delante del cañón como el mejor de los combatientes; siempre ladraba y jugaba con aquél que estaba bajoneado en los momentos de calma para darle ánimo; cuando había "alerta roja de bombardeo naval", era el primero en salir del refugio para buscar a los más alejados y el último en entrar a cubrirse; y muchas veces su instinto canino presintió los bombardeos aéreos antes que se gritara la alarma, lo cual manifestaba con ladridos que ya conocíamos. Compartía con nosotros la comida y los soldados le fabricaron un abrigo con los gorros de lana y bufandas.
El 11 de junio, a las 11:15 hs, un avión pirata se lanzó frenéticamente sobre nuestra posición bombardeando nuestro cañón y haciéndolo estallar. Nosotros corrimos a cubrirnos y Tom, como siempre, parado sobre una roca ladraba dando la señal de alerta.
El avión efectuó otra pasada, esta vez ametrallando con furia nuestra tropa que repelía el ataque con fusiles. En esta oportunidad, varios fueron heridos, yo entre ellos, y Tom, que corría avisándoles a los más distantes, fue alcanzado por las esquirlas.
El humo y el olor a pólvora cubrieron el lugar. Como pudimos, heridos, buscamos a Tom y lo encontramos tendido sobre una piedra inmóvil, con sus grandes ojos negros mirándonos y despidiéndose lentamente de sus camaradas.
Tom, en Malvinas, fue mi mejor amigo. ¡Y yo jamás olvido a mis amigos!
(Relato del Cbo 1º VGM Omar Liborio del GA 101 EA)
FUENTE: www.lagazeta.com.ar
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Vigilar, participar... denunciar
"Lo primero que se puede detectar es la utilización de un determinado vocabulario, que aunque no parezca muy trascendente, tiene mucha importancia para realizar ese transbordo ideológico (sic) que nos preocupa. Aparecerán frecuentemente los vocablos: diálogo, burguesía, proletariado, América Latina, explotación, cambio de estructuras, compromiso, etc.
Otro sistema sutil es hacer que los alumnos comenten en clase recortes políticos, sociales o religiosos, aparecidos en diarios y revistas, y que nada tienen que ver con la escuela.
Asimismo, el trabajo grupal que ha sustituido a la responsabilidad personal puede ser fácilmente utilizado para despersonalizar al chico.
Estas son las tácticas utilizadas por los agentes izquierdistas para abordar la escuela y apuntalar desde la base su semillero de futuros combatientes.”
El artículo terminaba con un consejo a los padres: "Deben vigilar, participar y presentar las quejas que estimen convenientes".
FUENTE: elortiba.org
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Operación elefante
El frustrado plan fue redactado en 1957 por miembros del Comando Peronista de Chile que presidía John William Cooke, designado por Perón como máxima autoridad del peronismo, e incluía la declaración de una huelga revolucionaria.
40 cartas inéditas de Perón y otros datos sobre la "Operación Elefante" y la resistencia peronista están incluidos en el libro "Llegó carta de Perón" del periodista Florencio Monzón. De los preparativos del plan participaron el capitán Aparicio Suárez y Julio Troxler, una de las víctimas de la Triple A.
Como antecedente de la "Operación Elefante", Perón envió al Comando Chile el 10 de abril de 1956 desde su exilio en Panamá una carta en la cual ordenaba la "resistencia pasiva" contra la Revolución Libertadora que lo había derrocado en 1955.
Al precisar que significaba ese concepto, Perón escribió:
"Resistencia pasiva (sabotaje y acciones pasivas) para desgastar moral y materialmente a la dictadura y descomponer sus fuerzas, preparando así su derrumbe ulterior".
"Organización de nuestras fuerzas para accionar con unidad de concepción y acción en el momento y lugares oportunos".
"Preparación de la acción decisiva mediante la paralización total del país y el levantamiento civil y militar".
Esta carta antecede al levantamiento del general Valle de 1956, pero demuestra el tono insurreccional que iba tomando el discurso del líder. Otro de los miembros de la resistencia peronista y ahora dirigente kirchnerista Roberto Digón confirmó a este diario (2007) que en esa época se elaboraron varios proyectos de insurrección.
Digón participó de una reunión secreta donde "Valle anunció que la contrarrevolución de 1956, prevista originalmente para julio, se tenía que adelantar para el 9 de junio ". Era porque había volado por error una bomba en una quinta de Moreno y "la policía se enteró del plan", recordó.
Aplastado Valle, al año siguiente, se iba a ejecutar la "Operación Elefante". El periodista y militante peronista Enrique Oliva, quien en esa época integraba el Comando España, dijo a Clarín que "oí hablar de un plan que era secreto pero yo no participé".
La "Operación Elefante" tenía también una faceta internacional: el apoyo de los mineros de la Central Obrera Boliviana (COB) y del Movimiento Nacionalista Revolucionaria de Bolivia. Debía haber comenzado a fines de 1957 antes de las elecciones de febrero de 1958 en las que el PJ estaba proscripto. Según Monzón, las tratativas del pacto entre Perón y Frondizi fue lo que finalmente lo abortó.
Desde la calle 38 departamento 2-52 de Bella Vista, Panamá, Perón confesó en otra carta: "me paso el día en la máquina y no doy más. Tengo ya en pleno funcionamiento a los comandos de Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Venezuela, México, Cuba, amén de Italia, Alemania, España, Líbano y Siria. Es una tarea superior a mis posibilidades y esto no se lo quiero confiar a nadie".
Fuente: clarín.com
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Oración del Padre Mujica
Esta es una oración que había inventado y solía rezar:
Señor: perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece.
Señor: perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no.
Señor: perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no.
Señor: perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo.
Señor: yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre.
Señor: perdóname por decirles “no sólo de pan vive el hombre” y no luchar con todo para que rescaten su pan.
Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí.
Señor: quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos.
Señor: quiero estar con ellos a la hora de la luz.
Fuente: elhistoriador.com
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Operativo Cóndor
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El asesinato de Aramburu
El objetivo del “Aramburazo”, como se lo conoció después, fue realizar el lanzamiento de la agrupación Montoneros y ejercer la justicia revolucionaria contra quien consideraban responsable del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, los fusilamientos de los alzados junto al general Valle en 1956, el intento de “desperonizar” la sociedad durante su mandato, el secuestro del cadáver de Eva Perón y más de 100 imputaciones que se pueden resumir en “traición a la clase trabajadora”. El tercer objetivo tenía que ver con la realidad política de ese entonces: Aramburu comenzaba a sonar como el hombre fuerte de un movimiento que conspiraba contra el onganiato, que luego se llamó Gran Acuerdo Nacional y que tenía por fin la incorporación del peronismo al sistema liberal.
El “Operativo Pindapoy”, como se llamó desde un comienzo, fue concebido a principios de 1969, pero recién a finales de ese año se terminó de conformar el grupo operativo. A comienzos del 70 empezó la tarea de investigación previa que consistía en conocer la zona, el edificio, los movimientos, horarios y demás datos necesarios para que la maniobra fuera un éxito. Fue elemental la biblioteca del colegio Champagnat, ubicada frente al edificio de Aramburu, en Montevideo al 1000, desde donde podían observar quiénes entraban y salían, los horarios, los encargados, etc.
La primera idea fue secuestrarlo en la calle, durante la mañana, cuando el ex presidente salía a caminar. Sin embargo, optaron por entrar a su departamento del octavo piso y sacarlo directamente de allí. Como observaron que no tenía custodia, resolvieron utilizar como excusa el ofrecimiento de una escolta militar para engañar a Aramburu y hacerlo salir de su casa sin resistencia. Para eso, compraron uniformes en una tienda de Avenida de Mayo y aprovecharon la experiencia de dos compañeros en el liceo para instruir a otros en la forma de comportarse.
La planificación final se hizo en una casa del conurbano bonaerense, en Munro, donde convivían Mario Firmenich y Carlos Capuano Martínez. La otra casa operativa era la que alquilaban Fernando Abal Medina, el líder de la organización, y su pareja, Norma Arrostito, en Villa Urquiza. Cerca de ahí, en Parque Chas, en la noche del 28, estacionaron los autos que se utilizarían: una pick-up Chevrolet, un Peugeot 404 blanco, un Renault 4L de Arrostito, un taxi Ford Falcón que estaba a nombre de Firmenich y una pick-up Gladiator 380, de la madre de Carlos Ramus, otro compañero. Luego Abal llamó al departamento de Aramburu con alguna excusa para confirmar que estuviera allí.
En la mañana del 29 arrancaron desde la casa de Villa Urquiza. El Renault esperaría como relevo en Pampa y Figueroa Alcorta al igual que el taxi y la Gladiator, que estarían cerca de Aeroparque, en una calle cortada. En la otra camioneta viajaban Arrostito, bien vestida, pintada y con una peluca rubia, Firmenich, vestido de cabo de policía, un compañero disfrazado de cura y Ramus, que manejaba. En el Peugeot, que iba delante, estaban Capuano Martínez y otro compañero adelante, vestidos de civil y con el pelo corto, y Abal con uniforme de teniente primero y Emilio Maza vestido como capitán, en el asiento trasero.
Los autos enfilaron por la Avenida Santa Fe y doblaron en Montevideo. El Peugeot estacionó en el garaje del colegio. Pidieron permiso para permanecer allí por un rato a lo que el encargado de la escuela accedió sin problemas al ver sus uniformes. Capuano se quedó al volante y el resto fue en busca de Aramburu. La pick-up frenó en la esquina de Santa Fe y Montevideo, donde descendió Arrostito, y fue a estacionarse luego sobre Montevideo, delante del colegio. Se bajaron Firmenich y el compañero vestido de cura.
Firmenich, en su rol de cabo de policía, tenía un miedo: que apareciera el oficial, es decir, un superior, que solía estar en la esquina de Santa Fe y Montevideo. Esto no sucedió, pero ocurrieron dos situaciones graciosas: primero, un auto le pidió permiso para estacionar sobre Montevideo, a lo que el supuesto cabo dijo que no, mientras la pick-up esperaba tranquila en esa misma calle. Luego, un Fiat 1 con dos policías pasó por la cuadra, aunque bastó la venia para que no se acercaran.
En el interior del edificio, un compañero se quedó en el séptimo piso con la puerta del ascensor abierta por si sucedía algún inconveniente, mientras que Abal y Maza fueron hasta el departamento del octavo piso. Allí los atendió la esposa del General, quien, visto el uniforme de los jóvenes, no dudó, los invitó a pasar y les ofreció café, mientras esperaban que Aramburu se terminara de bañar. Luego apareció el hombre que era su objetivo y el ofrecimiento de custodia no tardó en llegar. El General se sentó con ellos, bebió café y escuchó su propuesta. Finalmente, la cortesía del comienzo comenzó a enfriarse, los muchachos sacaron sus armas y Abal le dijo sin vueltas: “Mi general, usted viene con nosotros”, según el relato de Firmenich a “La causa peronista” del 3 de septiembre de 1974.
Si bien al ex presidente le extrañó lo que estaba pasando y la forma en que le estaban ofreciendo la custodia, accedió. Si se hubiese resistido, lo hubiesen matado. Ese fue el plan desde un comienzo. A todo o nada. “Pero no, ahí estaba, caminando apaciblemente entre el Gordo Maza, que le pasaba el brazo por el hombro, y Fernando, que lo empujaba levemente con la metra bajo el pilotín. Seguramente no entendía por nada. Debió creer que alguien se adelantaba al golpe que había planeado, porque todavía no dudaba que sus captores eran militares”, dijo Firmenich en “La causa peronista”.
Luego subieron al General al Peugeot, que arrancó por Montevideo, dobló en Charcas, después en Rodríguez Peña y siguió hasta el bajo. En Figueroa Alcorta dobló a la izquierda. En los alrededores de la Facultad de Derecho de la UBA frenó y todos se pasaron a la pick-up, que había seguido el trayecto desde atrás. Luego siguieron hasta Pampa, por Figueroa Alcorta, donde se bajaron Maza, el supuesto cura, Arrostito y otro compañero, y fueron a redactar el primer comunicado de Montoneros, que anunciaba el secuestro. El resto fue hasta la Costanera, donde estaban los otros móviles. Allí Capuano se subió al taxi, que esperaba vacío y con las llaves puestas, y el resto, Ramus, Abal, Firmenich y Aramburu, se subieron a la Gladiator, donde esperaba un compañero. Al General lo escondieron en la caja, en un compartimiento tapado por unos fardos, custodiado por dos jóvenes armados.
El objetivo era una estancia que la familia de Ramus tenía en Timote, una localidad del partido bonaerense de Carlos Tejedor. Pero llegar allí sin atravesar controles policiales ni ciudades o poblados donde se encontrasen con “pinzas” sorpresivas, no fue nada fácil. Durante un mes buscaron un camino seguro que finalmente realizaron con éxito en ocho horas. Tomaron la avenida General Paz hasta Gaona y ahí comenzaron a tomar caminos de tierra. Durante el viaje, alrededor de la una y media, las radios empezaron a dar las primeras noticias sobre el secuestro. Finalmente, entre las cinco y media y las seis de la tarde, llegaron a La Celada, un casco del campo en donde iban a esconder al secuestrado.
Los jóvenes guerrilleros metieron al ex presidente en un dormitorio, donde entrada la noche comenzó el histórico juicio. Ahí le informaron a Aramburu que había sido secuestrado por un grupo revolucionario peronista y que sería sometido a juicio. Encendieron un grabador y comenzaron a interrogarlo. La primera imputación que se le hizo fue el fusilamiento del general Juan José Valle.
Las acusación siguieron durante todo el 30 de mayo. Al otro día, el 31, llegó la imputación sobre secuestro del cadáver de Evita, un tema que les interesaba mucho a los peronistas. Aramburu dijo que de eso no podía hablar por una cuestión de honor. Los jóvenes insistieron, pero no lograron más que una oferta del ex presidente: les daba su palabra que “a su debido momento” haría aparecer el cadáver, siempre y cuando lo librearan a él. Sin embargo, al otro día y con el micrófono apagado, contó una escueta versión de la historia: estaba enterrado con un nombre falso en Roma.
El juicio siguió durante la jornada del 1 de junio y, a la noche, los militantes peronistas le indicaron al acusado que el tribunal iba a deliberar. Lo dejaron atado. A la madrugada regresaron y le informaron el veredicto. Dijo Abal: “General, el Tribunal lo ha sentenciado a la pena de muerte. Va a ser ejecutado en media hora”. Aramburu, que aún no se resignaba, improvisó un pequeño discurso sobre lo que aquellos jóvenes peronistas iban a realizar. Pasada media hora lo desanudaron y le ataron las manos por la espalda. El condenado pidió si le podían anudar sus cordones. Lo hicieron. Luego solicitó afeitarse y le dijeron que no había con qué. Finalmente demandó un confesor. Tampoco podían conseguirlo.
Sacaron al General del dormitorio y lo condujeron por un pasillo hasta una puerta, que daba a una precaria escalera que desembocaba en el sótano. Ya bajo tierra, le colocaron un pañuelo en la boca y lo pusieron contra la pared. Firmenich subió a hacer ruido con una morsa para disimular los disparos porque la casa del casero estaba muy cerca y no podían generar dudas. Abajo, Abal, como líder del grupo, tomó la mayor responsabilidad y le disparó un tiro en el pecho con una pistola 9 mm. Luego le dio dos tiros de gracia, uno con la misma arma, otro con una 45.
La impericia del gobierno para aclarar el secuestro terminó de hundir a una administración que venía temblando a partir del Cordobazo. El sueño franquista de Onganía se desvanecía y el 7 de junio de 1970, diez días después de que Aramburu fuera asesinado, un golpe interno encabezado por el general Alejandro Agustín Lanusse dejó en la presidencia a un, hasta entonces, desconocido: Roberto Marcelo Levingston.
*Esta crónica está armada en base al testimonio que Mario Firmenich y Norma Arrostito realizaron a la revista “La causa peronista” el 3 de septiembre de 1974.
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